sábado, 16 de mayo de 2009

El pan de cada día

Debido a una serie de eventos inesperados que aquejan mi vida y que me impidieron escribir, estuve meditando durante algunos días, distintas situaciones que por alguna razón no puedo cambiar y quizá así vayan a ser toda la vida, unas meramente mías y otras externas, hiervo en rabia al ver el egoísmo de algunas personas de mi alrededor, el hecho de creer que solo ellos existen y que los demás estamos al servicio de sus antojos y estado de ánimo, me priva del aire, salgo a las calles y las veo repletas de hombres y mujeres vendiendo su dignidad en las esquinas en forma de papas, globos, chicles y demás productos innecesarios, observo a una innumerable cantidad de niños perdiendo su infancia entre gente mayor que los explotan para poder tomar un poco de alcohol al caer la noche y olvidarse de esta cruel realidad, vivimos obligados a ganar un puñado de papeles para poder comprar cuatro muros y un techo por supuesta necesidad, la cual crea otra falsa necesidad que es el aire acondicionado o el calentón para luchar en contra de los incesantes cambios climáticos que nosotros mismos provocamos, después de eso luchamos por tener un televisor para ver basura todos los días y crearnos así nuevas “necesidades”, y de esta manera incrementa nuestra falta de fe y de espiritualidad buscando en los objetos la paz y tranquilidad de cada día, intentamos crecer como personas independientes por que la telebasura dice que solo una persona puede dirigir a los demás, e intentamos llegar a ese puesto denigrando a los demás, veo a mi padre vender chocolates en un crucero, a mi hermano limpiando botas y a mi hijo limpiando vidrios, y veo a un maldito asesino ver desde la otra esquina el trabajo que ellos realizan para esperar cobrarles la renta de la calle, me da pena no ser mas listo, no ser mas valiente. No ser más hijo de la chingada. No entiendo por que no soy un hombre dotado de inteligencia para terminar con ello, de voluntad para soportarlo y vencerlo, pues parece que haga lo que haga esto continua, nos seguimos humillando unos a otros y pensando solo en nuestros intereses personales, mi mano no podía escribir mas por que mis ojos estaban cansados de ver todo eso, pero una repentina tormenta me tomo por sorpresa en la calle mientras observaba todo este circo callejero y me di cuenta que no importa cuanto llore por lo que no puedo cambiar, nunca será lo suficiente para mojar todas las calles de lagrimas así como el cielo lo hace.